Reyna Vazquez (español)

El horario semanal de Reyna es un vaso lleno hasta el borde de citas, juntas y eventos. Cuando nos encontramos en su restaurante de Mueller, en Austin, le pregunté cuánto tiempo teníamos para la entrevista y ella respondió con una sonrisa franca: tengo la mañana libre para que platiquemos. Reyna ha estado involucrada en restaurantes de la ciudad por casi dos décadas. Hoy, es una empresaria exitosa con una fuerte vocación de chef. Por casi dos horas, platicamos de sus años formativos, de los restos de dirigir varios proyectos y de su perspectiva como mujer, sobre su carrera y su identidad como mexicana. Mientras hablamos, su papá vino a saludar, su mamá trabajaba en la estación de tortillas y Veracruz Fonda se llenaba a paso seguro. El sol recorría el restaurante con calma y la música se mezclaba con el canto de los pájaros del patio y los cócteles agitados por el barman. Estábamos sentados bajo un mural de María Félix vestida con traje revolucionario. Cuando le hacía preguntas personales, Reyna miraba de reojo a la Doña Maria Bonita en un gesto de complicidad, con la expresión de alguien que ha peleado su lugar en el mundo con temple.

  • ¿Qué recuerdas de tus días de infancia en México? 


    Lo que más recuerdo es ayudar a mi mamá en la cocina. Mis recuerdos vienen de ahí. En un tiempo de mi adolescencia vivíamos en una casita muy sencilla en un rancho y me acuerdo que nos tocaba hacer fuego para cocinar. No teníamos servicios, no teníamos drenaje, no teníamos electricidad. Nos tocó empezar de abajo en esa época. Teníamos nuestro piso de tierra, no teníamos servicios, no teníamos nada. Mi mamá me jalaba porque era la más pequeña.

  • ¿Cuántos hermanos tienes? 


    Somos 3. Yo soy la más chica. Mi hermana Maritza es la mediana, mi socia. Y mi hermano es el mayor. Todos iban a la escuela y yo me quedaba con mi mamá y le ayudaba a hacer la fogata, a poner los frijoles, a hacer las tortillas a mano. Recuerdo el olor del humo, las ollas tiznadas y tener que lavarlas. Mi papá era muy aventurero, nos llevaba de aquí para allá y de allá para acá.

  • ¿Estaban en Veracruz?


    Sí, llegamos a Veracruz a casa de mi abuelita. Toda la familia de mi mamá es veracruzana, del puerto.

  • Describes esa época con romanticismo pero imagino que fue difícil vivir en esas circunstancias en México.


    Bueno, como niña siempre me gustó ayudar. No lo veía como mucho trabajo o tedioso. Creo me hizo tomar el rumbo a donde estoy ahorita. A mi hermana le gustaba mucho la escuela pero a mí no me gustaba estar en una clase. Era un poco más artística, me gustaba el baile, me gustaba cocinar, me gustaba crear desde muy pequeña. Ayudando a mi mamá me sentía en mi elemento, me sentía yo muy natural. Mi mamá a lo largo del tiempo que estuvo casada con mi papá siempre trató de emprender. Ella tuvo tienda de abarrotes, joyerías y carnicerías. Ella tuvo fonditas donde vendía antojitos. Vendía picaditas por la mañana y panuchos y tostadas por la noche. Para ella era como tener su propio negocio en su casa y estar al pendiente de sus hijos. A los 15 años empecé otro trabajo separado de la cocina en una editorial vendiendo libros. Trabajaba en las afueras de Veracruz con Maritza. El próximo año vamos a publicar un libro que cuenta muchas historias personales. Es un libro de comida y de recetas, pero tiene muchas historias personales de Maritza y mías de la familia.

  • ¿Cómo describes tu trabajo? 


    Hago lo que me gusta hacer, lo que me hace feliz. Soy afortunada, es mi mayor pasión. Mi trabajo es mi bebé. Nunca tuve hijos y no voy a tener, es una decisión que tomé muy joven. Pero si me preguntas qué es lo más preciado para mi aparte de mi familia, la respuesta es mi negocio, porque lo he visto crecer. Ha sido el producto del sacrificio, de lágrimas y de muchas alegrías. Entonces, para mí este negocio es como mi bebé. Me despierto todos los días pensando en eso.

  • ¿Cuándo inició Veracruz Al Natural?
    Yo empecé en el 2006 sola, vendiendo raspados. Fue mi primera trailita que compré, pero no funcionó y la guardé. Dos años después decidí reabrirla con Maritza. Antes de reabrirla trabajaba de mesera. Desde que llegué a Austin trabajaba de mesera en una taquería en Cesar Chavez con Maritza. No trabajábamos en la cocina, atendíamos mesas. En el 2008 empezamos con Veracruz. Nosotros vimos cómo creció la escena de los food trucks, nosotras fuimos de las primeros food trucks que había en el este. 


  • ¿Dónde estaban? 

    En César Chávez, donde estaba una tiendita que se llamaba El Aguacate. Alrededor de donde ahora está Bufalina. El Aguacate era una tiendita de abarrotes. La dueña nos rentaba un espacio chiquito para poner la traila.

  • ¿En esta historia de más de 15 años, cuál ha sido tu momento profesional más satisfactorio?
    Cuando ya saqué a mi mamá de trabajar, la verdad. Mi mamá limpiaba casas y le estaban haciendo mucho daño los químicos. Y como ella tiene asma, cuando empezamos el negocio realmente fue pensando para que un día pudiéramos tener solvencia económica suficiente para que mi mamá no tuviera que hacer ese tipo de trabajo y pues darle una mejor vida. En ese tiempo era muy difícil para ella encontrar trabajo por ser mujer. Ahorita ya se están abriendo más puertas para las mujeres, pero en ese entonces yo me acuerdo que mi mamá buscaba trabajo de cocina y no le daban. Entonces optó por limpiar casas. Después de años de haber abierto Veracruz Al Natural, empezó a ser exitoso. No fue de un día para otro que vimos una ganancia, fue años después. Fue como una carrera. En el momento que pudimos decirle a mi mamá que ya no tenía que trabajar ella se puso muy emocionada. Eso ha sido la cosa que más satisfacción me ha dado, poder ayudar a mi familia, que tengamos una mejor vida. Luchamos por cambiar la narrativa de nuestra historia. Porque todo apuntaba a que no saldríamos adelante. Nos sirvió mucho ver a nuestra papá emprender. Él tenía su taller mecánico, pintaba carros.

  • ¿Hablas de tu papá en tiempo pasado, vive todavía? 

    Sí, sí. Mis papás se divorciaron cuando llegamos a Austin. Ahorita siguen siendo amigos. Hablo en pasado porque siento que la vida en Veracruz o en México fue una historia pasada y luego empezamos otra historia aquí en Estados Unidos.

  • ¿Cómo te sentiste que tus papás se hayan divorciado recién llegados a Estados Unidos?

    Para mí fue algo que ya venía venir pero que no lo esperaba tan tan rápido. Fue algo que tuve que procesar como adolescente.

  • Suena que has tenido momentos en tu vida muy impactantes y psicológicamente formativos, pero tú te mantuviste muy centrada.

    Para mí fue un comienzo total y de re-aprender tantas cosas. Fue el cambio de cultura y de lenguaje. Era un ambiente totalmente desconocido. El divorcio de mis papás fue una separación de la familia. También tenía que adaptarme a un trabajo que yo nunca había hecho. Me tocó aprender inglés yo sola y me frustraba.

  • ¿Hablando de la traducción, tú crees que la comida mexicana necesita traducción en Estados Unidos?

    Yo empiezo siempre por la historia, o sea, de dónde viene un platillo. Si nos toca hablar de un mole, hablamos de dónde viene, de la razón de su textura y de porqué decidimos ponerlo en el menú. Para mí es como contar una historia a través de un platillo.

  • ¿Cómo describirías un mole?

    Yo lo describiría como la salsa mexicana más compleja, como la mamá de las salsas.

  • Hablamos de la herencia matriarcal en la cocina mexicana y como esa herencia en muchos casos se pierde en los restaurantes. ¿En tu caso, después de decidir no tener hijos, has pensado en quién va a continuar tu legado?

    Esa es una buena pregunta. Sí, definitivamente se puede perder. Mi mamá fue la que me enseñó las bases de la cocina y me ayudó a encontrar mi camino. Pero cuando ya me tocó a mí abrir un negocio en un país que no era el mío, me di cuenta que no sólo me gustaba cocinar. Aquí me di cuenta que también me gusta el negocio, el diseño de interiores, en el que me involucro mucho. Y se me da muy bien esa parte. No me considero una persona tan extrovertida. Pero la parte de crear algo desde abajo y verlo crecer y ver que funciona me llama mucho la atención. La decisión de no tener hijos ahorita la verdad no me afecta, porque es una decisión que tomé muy chica. Y nunca tuve el instinto maternal y todavía no lo tengo. Tal vez más adelante sí podría adoptar. Entonces no lo pienso tanto. No lo pienso como algo que me falta. ¿A quién le dejo mi legado? Obviamente pienso en mi familia, pienso en las personas que me han ayudado desde el principio, no sólo mi familia directa, sino la familia que me ha visto crecer y que me ha ayudado a crecer. Pienso en mi sobrina, a la que le he enseñado muchas cosas y le sigo enseñando. Pienso en lo que estoy haciendo en este momento. Porque mucha gente toma decisiones para otros. Y yo no soy así. Yo pienso en lo que me hace feliz en este momento.

  • Bueno, el sentido maternal si lo tienes porque te refieres al restaurante como tu hijo.
    Ah sí, sí, sí. Pero biológicamente, tener hijos no es algo que yo quiera. También fue una decisión tomada el año pasado. Empecé a tener problemas de la matriz que me causaban mucha anemia. Hablé con una doctora y le dije que estaba lista para ya que me quitaran mi matriz.

  • Después de los momentos difíciles en tu vida ¿Qué certidumbres te quedan?
    Pues para mí la vida es incierta, nada es seguro. Por eso te digo, ahorita disfruto lo que tengo, pero al rato lo pierdo. O sea, hay una posibilidad de que las cosas no sean siempre buenas o malas. La vida cambia. Estamos cambiando cada minuto. Entonces, aceptar eso es como aceptar lo que venga y hacer lo mejor posible para estar bien.

  • ¿Y de los errores que has cometido en tu vida, qué has aprendido?
    He aprendido a ser más humilde. Cuando cometo errores, cuando la riego, acepto que soy humana, me doy permiso de equivocarme. Porque no me gusta golpearme tanto. Tomo los errores como aprendizaje. Aprendo demasiado de un error. Realmente lo analizo para no cometer el mismo error, o al menos no cometer el mismo error de la misma manera.

  • ¿Qué lecciones aprendiste de tu negocio de raspados?
    Aprendí que es muy importante tener un buen socio. En ese tiempo yo tenía una pareja que era mi socio y fue muy difícil. Cuando nos separamos, yo decidí enfocarme a trabajar, a empezar a ahorrar para poder estar lista para reabrir. Aprendí que tienes que escoger muy bien a tu pareja de vida y de trabajo. Un negocio, es como tu pareja, es como si te casas con alguien y tienen que estar en la misma sintonía. Con mi hermana ha funcionado muy bien a pesar de que las dos tenemos personalidades diferentes. Respetamos el espacio de cada una. Tu pareja o socio te pueden ayudar a crecer demasiado o te pueden ayudar a caer. Con mi hermana ha sido muy, muy bonito. Si alguna de las dos la riega en alguna decisión que tomamos, no nos reprochamos, tomamos la responsabilidad las dos y para adelante.

  • Y han crecido juntas
    Sí, sí, sí. Ella abrió otro negocio de venta de productos con otro socio y le está funcionando muy bien. Se llama Restaurant Box, ellos surten frutas, verduras y papelería. Juntas, vamos a abrir la mezcalería y estamos con el proyecto de Leona.

  • ¿Cómo te adaptaste a la vida en Estados Unidos?
    Fíjate que a pesar de todas las cosas que fueron muy impactantes al momento de llegar, una vez que estuve establecida, me di cuenta que Estados Unidos iba más de acuerdo con mi tipo de personalidad.

  • Esa parte es muy interesante Reyna. Escucho una fricción entre recordar las partes enriquecedoras de tu pasado y cambiar la estructura de lo que significa ser una mujer mexicana.
    Y eso es lo que me tocó a mí hacer. Mi familia fue muy conservadora y yo siempre fui más liberal. Adopté muchas cosas que me gustan de la cultura en Estados Unidos. Me gusta la idea de no quedarse, de seguir creciendo y de no conformarse. En Veracruz yo veía que no pensaba igual que mis compañeras de la escuela. Yo pensaba distinto a ellas. También pensaba: ¿Quién pone las reglas además de mi? Yo me vine a Estados Unidos a los 16 años y tenía amigas que ya se estaban casando o estaban embarazadas.

  • ¿Haces distinción  entre la persona que eres personalmente y la persona que eres profesionalmente?
    Sí, profesionalmente soy perfeccionista. Pero en mi casa no lo soy tanto. Tampoco me voy a los extremos, pero como dueña de negocio busco más perfección que en mi día a día.

  • ¿Esta búsqueda de perfección afecta tu relación con tu hermana?
    No. Ella entiende que para los negocios se requiere rigor, porque hay un nivel de responsabilidad muy grande.

  • ¿Cómo le haces para no guardar rencores profesionales cuando algo sale mal?
    Cuando estás en un negocio siendo mujer hay muchas injusticias, pero no me gusta caer en el papel de víctima. Porque este es el camino que nos toca vivir a las mujeres emprendedoras, para abrir un camino mejor para las generaciones futuras. Yo veo las injusticias como necesarias para que otras personas no pasen por lo mismo. Para mí fue muy importante entender desde un principio qué cosas malas van a pasar. Porque el negocio de la comida es agresivo, y también hay muchas desilusiones de la gente. Hay traiciones, proveedores que te juegan mal, gente que te envidia. Y estas cosas ya no me toman por sorpresa. Siento que no puedo dejarme caer por cositas, tengo que mantener fuerza para el equipo. Tampoco soy insensible, si me doy cuenta que me hicieron un fraude me impacta. Pero también entiendo que es parte del negocio.

  • La paradoja es que lo más importante en el negocio de restaurantes es la gente. Y mantener la fe en la gente es difícil cuando sufres desilusiones. 
    Así es. En los restaurantes se vende un producto, pero realmente manejar a tanta gente y ponerles tu confianza es difícil. Y aunque haya alguien que no quiera lo mejor para tu negocio, hay que correr el riesgo. Porque si no, no puedes crecer. 

  • Platícame sobre tu relación con la danza.
    El baile para mí ha sido muy importante desde que era chica, el deporte y el baile. He bailado danza folklórica desde que estaba en la primaria y en la secundaria jugué Soccer. También corrí maratones. Alguna vez estudié en una academia de baile y la salsa siempre me gustó. Cuando llegué a Estados Unidos y especialmente cuando empezamos el negocio en el 2008, trabajamos 24/7, y mi único desahogo era ir a bailar salsa una vez por semana. Después de trabajar todo el día, iba a Ruta Maya a bailar cada miércoles o domingo. Allí conocí a toda la comunidad de salsa de Austin. Me llamaba la orquesta en vivo, la salsa, el merengue, la bachata.

  • ¿Cómo es tu relación con el ejercicio?
    Para mí, el ejercicio es algo que tiene que pasar para que yo pueda funcionar al 100% mental y físicamente. Es algo que necesito. Desde muy joven empecé a hacer ejercicio, entrené por años para correr maratones. Corrí maratones medios y enteros. Ahora ya no puedo correr por una lesión. Me tomó mucho tiempo encontrar algo que llenara ese vacío. Entonces ahora estoy haciendo pesas.

  • ¿Qué me puedes platicar de tu perro?
    Emilio “el lobo” es mi compañero. En mis días tristes ahí está oyéndome llorar sin hablar, siento que me entiende. Lo amo. Voy por 9 años con él, lo adopté desde que tenía 9 meses. Me ha llenado mucho su presencia.

  • ¿Si te encuentras a una persona recién emigrada a Estados Unidos en un aeropuerto, y la ves profundamente agobiada, qué consejo le darías?
    Que no todo es como te lo platican, que siempre hay más caminos. Que no se deje llevar por lo que escuchan y que viva su propia experiencia. Porque a veces nos hacemos ideas en la mente que están fuera de la realidad. Sobre todo cuando llegas de México. Cuando llegué, la primera semana no salí del departamento del temor. Ya después me di cuenta que era un temor muy fuera de la realidad. Entonces, lo primero que le diría a esa persona es que va a estar bien, que hay más de un camino, que puede hacer cualquier cosa, que no hay limitaciones.

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